volvió de un día de trabajo
para contar con las uvas azules
y en la mesa una vela prendia el fuego
para traer una parte que a veces dormía
y la tarde empezó a cambiar el amarillo por el dorado
entre las fotos y las cosas en el cajón de la mesa
alguien lo esperó para una taza de te
mientras el mundo corria por un precipicio
ellos dos tenian las manos agarradas
porque sabian que no estaban solos
las manos tan agarradas de también mirar el mundo
y no comprender
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